top of page

En tu memoria

Nunca escribí más que ficciones, ¿te acordás? La eterna discusión. Vos siempre ofendido con los monstruos de mis sótanos y mis niños malditos y yo inventando una aberración tras otra cada vez con más saña.

Vos quería que le escriba al atardecer y a los pajaritos. Como odiaba tus atardeceres y tus pajaritos. Y todas las odas positivas que me sugerías; mientas más positivas más las odiaba. Que asco tus atardeceres, tus pajaritos, tus odas y tu exasperante testarudez que heredé sin remedio.

¿Me querés decir que podría haber escrito yo de un pajarito que ya no se hubiera escrito? ¿Y te pusiste a pensar que en el barrio había tantos pajaritos que sostener apenas el pensamiento sobre alguno de ellos bastaba para que me empache? Que eran lindos, eran lindos; que los atardeceres también, más vale. Pero yo no escribía sobre nada que tuviera a mano viejo, ¿qué querés que le haga? Así era yo, tenía la literatura alérgica a atardeceres y pajaritos y el pie fóbico a las pelotas de fútbol.

Sabrás que entendí que era de River porque es a la primera conclusión que uno llega cuando el padre le regala año tras año la misma camiseta, pero de fútbol en sí, ni la más puta idea. Y ya lo sé, lo de las malas palabras será una pésima costumbre, pero que conste que me atacó después de grande. Más o menos a la edad en la que ya era bastante huevón como para que me des un cortito en la boca cuando se me escapaba alguna.

Con todo esto no creas que voy a pedirte perdón, viejo. No vamos a venir a hacer las paces ahora, a eso vamos a dejarlo para cuando nos perdamos el respeto. Así soy yo, así fuiste vos, y uno de un lado y otro del otro, y no se puede cruzar la mar en coche. ¿De qué me sirve cambiar ahora? ¿De qué me hubiera servido cambiar antes? Mirá si te morías desconociendo a tu hijo. Eso si hubiera sido una tragedia, algo que no me hubiera perdonado nunca; junto con tus atardeceres y tus pajaritos. Tus ridículos pajaritos.

Nunca escribí sobre atardeceres ni pajaritos porque fui víctima de una infancia feliz. Y esa es más culpa tuya que mía. En el último de los casos de lo único que puedo hacerme cargo es de ser curioso y de ser curioso decantar a complicado. Y si me harté de atardeceres y pajaritos fue por caerme de tu burbuja, por el propio peso de las preguntas que yo mismo me hacía.

Y los veintinueve años que nos tocó chocar fue así. Vos preguntando la hora y yo meditando sobre el tiempo: vos dando gracias a Dios por lo que teníamos y yo teniendo entre ojos a ese dios tuyo a tal punto que casi le hago una autopsia. Y si, sigo pensando que Dios no existe, y que vos no estás con él sino en un fragmentario rizomático que se resuelve entre los distintos ángulos y prismas de los que te conocieron. Para mamá un santo, para mi hermano un héroe, para la gente del barrio don Luciano, el padre de tal, el marido de tal, que murió hace poco.

Para mí, particularmente, mi orgullo herido, mi defensa vencida. Ahora cualquiera de tus argumentos es irrefutable, macizo, perpetuo. Tu muerte es la evidencia de mi derrota, porque te me vas de las manos manipulando mi más sagrado hábito, porque te despedimos bajo un prolijo himno de trinos, a las cinco de la tarde de un día que va a anochecer como vos, temprano, porque estamos en agosto.

Al final un atardecer y muchos pajaritos. Al final todo como vos querías, viejo caprichoso, y no hay nada que hacerle.

A la memoria de Luciano Miere (1948-2012)

Featured Posts
Recent Posts
Search By Tags
No hay tags aún.
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic

SEGUÍ EL RASTRO...

  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Instagram Social Icon

Creado Por Ezequiel Miere

bottom of page