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Mi tierna Ilina


Tenía una tierna curiosidad por mi producción literaria. Solía contemplar seriamente estas crisis mías y detenerse en profundas y silenciosas reflexiones que decantaban generalmente en devoluciones aun más complejas y en preguntas laberínticas que me costaba mucho responder.

Siempre enredándome en esa mirada suya tan intensa, dulce hasta el tormento, que disparaba como una marea de flechas vivas, desde esas luminarias felinas que nunca parpadeaban.

Jamás pude superar esa incomodidad frente a sus ojos pardos, electrificando nuestras conversaciones, como tampoco pude determinar si correspondían a la sentencia de un retraso mental o de una inteligencia superior.

Y si bien ella jamás indagó en esta incomodidad, una vez atinó a decirme: “Es la única manera que he encontrado de mirarte.”

Ciertamente aquella mirada hubo de ser única. Nunca me miraron así antes. Ahora que lo pienso, construyendo estos renglones a su salud, con los escombros de nuestra historia, he asumido también que no volverán a mirarme así en la vida.

Su método para definir el mundo también era curioso. A propósito de su estupidez o de su intelecto incomprendido puedo decir que tenía la virtud de plantarlo al mundo y defenderlo con una tenacidad atípica, fantástica, armada con miradas de juguete y ademanes nerviosos que siempre iban a parar a la boca, para contener las carcajadas. En efecto, siempre que explicaba algo terminaba así; a las carcajadas, como si la estuvieran torturando con cosquillas.

Su felicidad era una pared de ladrillos, así acorazaba sus opiniones, de una manera tan efectiva que nunca pude convencerla de que las cambie. Y sé que me escuchó, y sé que le hubiera gustado retroceder hasta algún equívoco para encontrarnos en un espacio común, pero si hay algo por lo que Ilina tuvo más devoción que por nuestro amor, fue por esos principios vaporosos, inconsistentes, que le latían como un hervor incómodo en esas tiernas percepciones que tenía de la vida.

Hoy, mis cuadernos son un reiterado y sistemático repaso de sus conceptos. Aun no llego a ella, aun con mis firmes intenciones de encontrarla, aun con las horas de escritorio y mi biblioteca voraz, rebalsada de libros, de mi desesperación aplicada. Ella siempre a la infinita distancia, riéndose a carcajadas mientas mi memoria le desdibuja los contornos y la perpetua en la angustia, en la extrañeza de un recuerdo parpadeante, profundo y confuso, en la caricia neblinosa de una presencia virtual e inapelable. Liviana burbuja de metal, efervescente línea de mi horizonte.

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Creado Por Ezequiel Miere

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